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En un hallazgo que ha sido calificado como uno de los más importantes desde el descubrimiento de la tumba de Tutankamón, un equipo de arqueólogos egipcios anunció el descubrimiento de una ciudad perdida de más de 3.400 años de antigüedad en las arenas de Luxor. Esta metrópoli antigua, llamada "La Ciudad Dorada Perdida", fue fundada por el faraón Amenhotep III, uno de los monarcas más poderosos de la XVIII dinastía y padre del célebre Tutankamón.

El anuncio, hecho en abril de 2021 por el reconocido egiptólogo Zahi Hawass, generó entusiasmo en toda la comunidad arqueológica internacional. Según Hawass, esta ciudad no sólo ofrece una ventana privilegiada a la vida cotidiana del Imperio Nuevo, sino que también promete arrojar luz sobre un período de intensos cambios políticos y religiosos en el antiguo Egipto.

El equipo dirigido por Hawass inició las excavaciones con la esperanza de encontrar el templo mortuorio de Tutankamón. Sin embargo, lo que encontraron superó todas las expectativas: una ciudad casi completa, con calles delineadas, casas de ladrillo de barro, talleres, hornos de cerámica y restos de actividades administrativas.

Los restos indican que la ciudad estuvo activa durante el reinado de Amenhotep III (1391–1353 a.C.), y probablemente continuó siendo utilizada bajo su hijo, el enigmático faraón Akenatón, así como su esposa, la famosa Nefertiti, y finalmente su hijo Tutankamón.

"La Ciudad Dorada Perdida" representa un raro ejemplo de urbanismo antiguo: las murallas serpenteantes, los patios abiertos y las áreas de trabajo revelan una sociedad altamente organizada y avanzada, en la cúspide de su prosperidad.

Amenhotep III es recordado como uno de los reyes más grandes de Egipto, gobernando durante un período de estabilidad política, poder militar y esplendor artístico sin precedentes. Bajo su mandato, Egipto alcanzó el apogeo de su influencia internacional.

La ciudad recién descubierta habría sido parte integral de esta grandeza: un centro administrativo, industrial y probablemente religioso, que apoyaba las actividades del palacio real cercano, en Malqata. Allí se construyeron fastuosos palacios, templos y lagos sagrados.

Los arqueólogos encontraron numerosos artefactos en perfecto estado, incluidos anillos, escarabajos de cerámica, vasijas de vino, herramientas de trabajo y moldes para fabricar amuletos y estatuillas. Muchos de estos objetos llevan sellos reales que ayudan a fechar la ciudad en el momento exacto del reinado de Amenhotep III.

El hallazgo también podría ayudar a resolver uno de los mayores misterios del antiguo Egipto: el brusco traslado de la capital a Amarna bajo el faraón Akenatón. Hijo de Amenhotep III, Akenatón revolucionó la religión egipcia tradicional al establecer el culto monoteísta al dios sol Atón, desafiando siglos de politeísmo.

Durante su revolución religiosa, Akenatón abandonó Tebas (actual Luxor) y construyó una nueva capital, Ajetatón (actual Amarna). El descubrimiento de la ciudad podría ofrecer pistas sobre cómo se vivió esa transición, si fue gradual o violenta, y qué sucedió con la élite tebana que quedó atrás.

Algunos indicios apuntan a un abandono apresurado de ciertos sectores de la ciudad, mientras que otros muestran una ocupación prolongada bajo diferentes gobernantes, sugiriendo que el cambio religioso no fue tan inmediato como se pensaba.

Los expertos coinciden en que este hallazgo es comparable, en impacto, al descubrimiento de la tumba de Tutankamón en 1922 por Howard Carter. Mientras la tumba ofreció una visión incomparable de los tesoros funerarios de un faraón, "La Ciudad Dorada Perdida" brinda una oportunidad única para estudiar cómo era realmente la vida cotidiana de los egipcios en su apogeo.

"La encontramos en un estado increíblemente bien conservado", dijo Hawass. "Las calles están flanqueadas por casas; algunas de sus paredes tienen casi tres metros de altura. Podemos caminar por ella como si estuviéramos recorriendo una ciudad de hace miles de años."

Este nivel de conservación permite reconstruir aspectos de la vida diaria: la alimentación, el comercio, la organización del trabajo, el arte y la religión en tiempos de esplendor faraónico.

Los trabajos de excavación siguen en curso, y se espera que nuevos sectores de la ciudad sean revelados en los próximos años. Entre los objetivos de los investigadores se encuentra localizar templos adicionales, cementerios y posibles talleres de producción artística y religiosa.

La posibilidad de encontrar correspondencia oficial, listas de ofrendas, contratos o archivos podría aportar datos aún más precisos sobre la vida política y social de la XVIII dinastía.

Por ahora, el hallazgo de "La Ciudad Dorada Perdida" renueva el asombro por la civilización egipcia, recordándonos cuántos secretos siguen ocultos bajo las arenas del Nilo, esperando pacientemente a ser descubiertos.