Noruega vuelve a situarse a la vanguardia de la innovación en movilidad eléctrica con un proyecto que promete cambiar la manera en que concebimos los viajes en coche. En Trondheim, se ha implementado la primera carretera capaz de cargar vehículos eléctricos mientras circulan, una tecnología que hasta hace pocos años parecía propia de la ciencia ficción. Esta iniciativa no solo refleja el compromiso del país con la sostenibilidad, sino también su ambición por liderar la transformación de la infraestructura vial hacia un futuro más inteligente y eficiente.
El proyecto utiliza un sistema de carga inalámbrica por inducción, en el cual bobinas instaladas bajo el pavimento generan un campo electromagnético que permite transferir energía a los vehículos equipados con el receptor correspondiente. De esta manera, los autos eléctricos pueden recargarse sin necesidad de detenerse en estaciones de carga convencionales. La sección piloto instalada es relativamente corta, alrededor de 100 metros, y está diseñada principalmente para autobuses eléctricos, aunque abre la posibilidad de ampliar la tecnología a camiones, taxis y otros vehículos comerciales.
Noruega, que ya cuenta con una infraestructura de recarga avanzada y una alta tasa de adopción de vehículos eléctricos, se convierte en un entorno ideal para probar esta tecnología en condiciones reales. Las pruebas incluyen operaciones durante el invierno, con nieve, hielo y bajas temperaturas, factores que representan un desafío adicional para garantizar la fiabilidad del sistema. La experiencia obtenida en Trondheim permitirá evaluar la eficiencia energética, la durabilidad de la instalación y la viabilidad económica de expandir estas carreteras a mayor escala.
El potencial de esta tecnología es enorme. Al permitir que los vehículos se recarguen mientras circulan, se reduce la necesidad de baterías de gran tamaño, lo que disminuye el coste, el peso y el impacto ambiental de los autos eléctricos. Además, contribuye a mitigar la “ansiedad por autonomía”, un problema común entre los conductores que temen quedarse sin carga en medio de un viaje. Para las flotas de transporte público y de carga, la capacidad de mantener los vehículos en movimiento mientras se recargan representa un aumento significativo en la eficiencia operativa, optimizando tiempos y recursos.
A pesar de su promesa, la carretera electrificada enfrenta desafíos importantes. El coste de instalación es elevado, dado que requiere una obra especializada y la integración de bobinas bajo el asfalto. La eficiencia energética puede ser menor que la de los sistemas de carga por cable, y su funcionamiento debe garantizarse incluso en condiciones climáticas adversas. Además, no todos los vehículos están preparados para recibir carga inalámbrica, lo que exige coordinación entre fabricantes y reguladores. La escalabilidad también es una incógnita: aunque el piloto cubre apenas 100 metros, replicarlo a lo largo de kilómetros de autopista requerirá soluciones económicas y técnicas sostenibles.
Este proyecto simboliza un cambio de paradigma en la movilidad eléctrica. No se trata únicamente de sustituir motores de combustión por eléctricos, sino de repensar cómo los vehículos interactúan con la infraestructura, creando un ecosistema en el que la carretera y el automóvil trabajan en conjunto para maximizar la eficiencia energética. Si los ensayos en Trondheim resultan exitosos, Noruega podría sentar un precedente para otras ciudades y países, demostrando que es posible reducir la dependencia de paradas de recarga y optimizar la operación de vehículos eléctricos en entornos urbanos y de transporte pesado.
En un mundo donde la transición hacia energías limpias y transporte sostenible es cada vez más urgente, la carretera que recarga autos en movimiento representa una muestra tangible de cómo la tecnología puede redefinir nuestra manera de desplazarnos. Noruega no solo está acelerando la adopción de vehículos eléctricos; está mostrando el camino hacia un futuro en el que la movilidad sea más inteligente, eficiente y respetuosa con el medio ambiente. La prueba de Trondheim podría ser el primer paso hacia un cambio global en la forma de concebir las carreteras y el transporte eléctrico.









