Europa está siendo testigo de una de las obras de infraestructura más ambiciosas del siglo XXI: la construcción del túnel submarino Fehmarnbelt, que conectará Dinamarca y Alemania por debajo del mar Báltico. Esta colosal estructura, con 18 kilómetros de longitud, no solo redefinirá el mapa del transporte europeo, sino que también establecerá un nuevo estándar en ingeniería y cooperación internacional.
El túnel Fehmarnbelt (también conocido como "Fehmarn Belt Fixed Link") unirá la isla danesa de Lolland con la isla alemana de Fehmarn, atravesando el estrecho homónimo en el mar Báltico. Cuando esté terminado, se convertirá en el túnel submarino combinado para carretera y ferrocarril más largo del mundo. Su trazado incluirá dos carriles para tráfico rodado en cada dirección y dos vías férreas electrificadas, todo contenido en una estructura sumergida de última generación.
El proyecto es financiado mayoritariamente por Dinamarca, con un presupuesto estimado que supera los 7.000 millones de euros. Aunque el túnel pasará bajo aguas alemanas y danesas, cada país ha asumido responsabilidades específicas en la logística, permisos ambientales y adecuación de las infraestructuras ferroviarias y viales en sus respectivos territorios.
La idea de una conexión fija entre ambos países ha estado en debate desde los años 1990, pero fue en 2008 cuando los gobiernos de Dinamarca y Alemania firmaron un acuerdo bilateral que oficializó la intención de construir el túnel. Tras años de planificación, estudios medioambientales, y superación de desafíos legales, las obras comenzaron formalmente en 2020 del lado danés, y en 2021 del lado alemán.
A diferencia del túnel del Canal de la Mancha entre Reino Unido y Francia, que se perforó a través del lecho marino, el túnel Fehmarnbelt se está construyendo con segmentos prefabricados que se depositan en una zanja excavada en el fondo del mar. Cada segmento tiene una longitud de 217 metros y un peso de más de 73.000 toneladas, y son ensamblados con una precisión milimétrica para garantizar la estanqueidad y seguridad estructural.
La finalización del túnel, prevista para 2029, reducirá significativamente los tiempos de viaje entre Escandinavia y Europa Central. Actualmente, cruzar el Báltico entre Lolland y Fehmarn toma cerca de 45 minutos en ferry, sin contar el tiempo de espera y embarque. Con el túnel, el mismo trayecto se podrá realizar en solo 10 minutos en coche o 7 minutos en tren.
Esto supone una revolución para el transporte de mercancías y pasajeros. El túnel formará parte de un corredor clave del sistema transeuropeo de transporte (TEN-T), facilitando el tránsito eficiente desde Finlandia y Suecia hacia Alemania, Austria e Italia. Las ciudades portuarias también se beneficiarán con un mayor flujo comercial y turístico.
Además, la obra generará decenas de miles de empleos directos e indirectos durante su construcción, y dejará una infraestructura duradera que potenciará el desarrollo regional durante décadas.
Como todo gran proyecto de infraestructura, el túnel Fehmarnbelt no ha estado exento de controversias. Organizaciones ambientalistas alemanas han expresado su preocupación por el impacto ecológico en el ecosistema marino del Báltico, hogar de especies sensibles como marsopas, aves migratorias y hábitats submarinos protegidos.
En respuesta, el consorcio Femern A/S —encargado del proyecto— ha implementado estrictas medidas de mitigación ambiental, como sistemas de monitoreo de ruido submarino, zonas de exclusión temporal para ciertas especies, y programas de recuperación de hábitats marinos. También se han realizado evaluaciones de impacto transfronterizas, exigidas por la normativa europea, y se han incluido observadores independientes para garantizar la transparencia del proceso.
Más allá de su dimensión técnica y económica, el túnel Fehmarnbelt representa un símbolo de integración y cooperación regional. En un contexto geopolítico marcado por tensiones globales, nacionalismos emergentes y retos climáticos, la creación de infraestructuras que conectan países y fomentan la movilidad sostenible es vista por muchos como un paso esencial hacia una Europa más cohesionada.
Además, al promover el transporte ferroviario sobre el transporte aéreo y marítimo, el túnel también contribuye a los objetivos climáticos de la Unión Europea. La reducción de emisiones de CO₂, al reemplazar parte del tráfico de camiones y vuelos cortos, será uno de los beneficios más tangibles a largo plazo.
El túnel submarino entre Dinamarca y Alemania no solo será una proeza de ingeniería cuando se inaugure, sino que también se convertirá en un eje vital para el transporte, el comercio y la cooperación europea. Más que unir dos costas, unirá culturas, economías y visiones de futuro, estableciendo un puente sólido —bajo el mar— entre el norte y el centro del continente.