África, el segundo continente más grande del planeta, está atravesando un proceso geológico tan lento como monumental: se está partiendo en dos. Esta división no solo transformará el mapa del mundo dentro de millones de años, sino que podría dar lugar a un nuevo océano. Este fenómeno ocurre a lo largo del Valle del Rift, una gigantesca fractura en la corteza terrestre que se extiende desde el Mar Rojo hasta Mozambique. Aunque estos cambios toman millones de años, las señales ya son visibles, y los científicos las estudian para comprender mejor cómo se forman los océanos y cómo se comporta nuestro planeta a nivel tectónico.
El Gran Valle del Rift (o Rift de África Oriental) es una fractura tectónica de más de 6.000 kilómetros que atraviesa África desde el noreste hasta el sureste. Este sistema de fallas separa dos grandes placas tectónicas: la Placa Africana y la Placa Somalí. Con el tiempo, estas placas se están separando a un ritmo promedio de unos pocos milímetros a centímetros por año.
La actividad tectónica en esta región es responsable de fenómenos naturales como terremotos, actividad volcánica y la formación de lagos y montañas. Lagos como el Turkana, el Tanganyika y el Malawi se han originado precisamente por este proceso de estiramiento de la corteza terrestre.
La causa fundamental de esta división continental es el movimiento de las placas tectónicas. En este caso, se está formando una nueva placa, llamada la Placa Somalí, que se está separando de la mayor Placa Africana. Este fenómeno es conocido como rifting continental.
Bajo la superficie, corrientes de magma caliente del manto terrestre están empujando hacia arriba, debilitando la corteza terrestre. Esto provoca que la corteza se adelgace, se agriete y eventualmente se rompa. Con el tiempo, el magma puede alcanzar la superficie y formar nueva corteza oceánica, el primer paso para el nacimiento de un océano.
Según los científicos, si el proceso continúa como hasta ahora, en unos 5 a 10 millones de años la región del Rift podría abrirse lo suficiente como para que el agua del Mar Rojo y el Océano Índico inunde la zona, creando un nuevo océano que separará el este de África del resto del continente. Lo que hoy es Etiopía, Somalia, Kenia, Tanzania y Mozambique, por ejemplo, podría convertirse en una gran isla continental, separada del África continental principal.
Este fenómeno sería similar al que ocurrió hace unos 138 millones de años, cuando Sudamérica y África comenzaron a separarse, formando lo que hoy es el Océano Atlántico.
En 2018, una grieta de unos 15 metros de profundidad y varios kilómetros de largo se abrió repentinamente en el suroeste de Kenia. Este evento atrajo la atención internacional y reavivó el debate sobre la velocidad y el impacto del proceso de rifting en África.
Aunque este tipo de grietas no son pruebas concluyentes de una inminente ruptura continental, sí indican que el proceso está activo. Además, en la región del Rift se encuentra una de las zonas volcánicas más activas del mundo, con volcanes como el Erta Ale (Etiopía), el Nyiragongo (República Democrática del Congo) y el Ol Doinyo Lengai (Tanzania).
La apertura de un océano podría dividir hábitats y aislar especies, lo que impulsaría procesos de especiación y evolución. Nuevos ecosistemas marinos emergerán, mientras otros terrestres desaparecerán o cambiarán radicalmente.
Ciudades costeras del futuro se ubicarán donde hoy hay desiertos o llanuras. Las nuevas líneas de costa definirán rutas comerciales, económicas y geopolíticas distintas a las actuales.
Aunque el proceso tomará millones de años, algunos efectos ya se sienten en forma de actividad sísmica y volcánica. Las comunidades que viven en el Rift deben adaptarse a terremotos, hundimientos de tierra y otros cambios geológicos. A largo plazo, las futuras generaciones podrían ver nacer una nueva vía marítima con potencial económico similar al Mar Rojo o el Canal de Suez.
Los científicos están utilizando una combinación de satélites, sensores GPS, estudios sísmicos y análisis geofísicos para observar el proceso en tiempo real. Gracias a esto, pueden modelar cómo evolucionará la ruptura continental y qué zonas son más vulnerables a cambios repentinos.
Además, el estudio del Rift africano ayuda a entender mejor cómo se formaron los océanos que existen hoy y proporciona claves sobre la dinámica interna de nuestro planeta, incluyendo la forma en que se producen terremotos y erupciones volcánicas.
Aunque la idea de un nuevo océano que separe África pueda parecer ciencia ficción, la realidad es que es un proceso completamente natural dentro de la dinámica de la Tierra. Estamos siendo testigos, en escalas geológicas de tiempo, del nacimiento de un nuevo mar. Si bien los efectos inmediatos para la humanidad son mínimos, las implicaciones científicas son enormes.
África se está partiendo, y aunque el proceso es lento, su impacto en el futuro de nuestro planeta será profundo. Entenderlo hoy es prepararnos para los cambios de mañana, y también es una oportunidad fascinante para observar cómo la Tierra, en su constante transformación, continúa escribiendo su historia.
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