La tuberculosis (TB) ha sido durante siglos una de las enfermedades más temidas a nivel mundial. Su historia está marcada por grandes pandemias y avances científicos en su tratamiento y prevención. Sin embargo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la tuberculosis ha vuelto a ocupar el sombrío puesto de ser la enfermedad infecciosa más mortal del mundo, desplazando al VIH/SIDA en cuanto a número de muertes. Este renacer de la TB en un contexto global post-pandemia de COVID-19 pone en evidencia las desigualdades en el acceso a la salud y las brechas en el tratamiento de enfermedades infecciosas, que aún persisten en muchas partes del planeta.
La tuberculosis es causada por una bacteria llamada Mycobacterium tuberculosis, que generalmente afecta los pulmones, aunque puede atacar otras partes del cuerpo como los riñones, la columna vertebral o el cerebro. A lo largo de la historia, la TB ha sido responsable de millones de muertes. En la Edad Media, fue conocida como la "consunción" debido a la manera en que consumía a sus víctimas. Con el tiempo, se descubrieron tratamientos más efectivos, como el uso de antibióticos como la rifampicina y la isoniazida en el siglo XX, lo que permitió reducir considerablemente las tasas de mortalidad.
A pesar de estos avances, la tuberculosis sigue siendo un desafío global. En 2020, la OMS reportó un resurgimiento alarmante de la TB, lo que la llevó nuevamente a ser la principal causa de muerte por enfermedades infecciosas.
Según el informe global de la OMS sobre la tuberculosis de 2022, en 2020 la tuberculosis causó alrededor de 1.5 millones de muertes a nivel mundial, superando por primera vez en más de una década al VIH/SIDA como la principal causa de muerte por enfermedades infecciosas. Esta tendencia se consolidó en 2021, con más de 1.6 millones de muertes atribuidas a la tuberculosis, lo que subraya un problema creciente que afecta especialmente a países de bajos y medianos ingresos.
El resurgimiento de la tuberculosis como la enfermedad infecciosa más mortal se ha visto influenciado por diversos factores. La pandemia de COVID-19 jugó un papel significativo en esta crisis. Las medidas de confinamiento, el enfoque exclusivo en la lucha contra el coronavirus y las interrupciones en los sistemas de salud globales provocaron un retroceso en los esfuerzos para combatir la tuberculosis. Muchas personas con TB no recibieron tratamiento adecuado, lo que permitió que la enfermedad se propagara y empeorara en diversas regiones del mundo.
Las restricciones y la sobrecarga de los sistemas de salud debido al COVID-19 afectaron gravemente la capacidad de diagnóstico y tratamiento de la tuberculosis. Las personas con TB no pudieron acceder a atención médica a tiempo, lo que incrementó las tasas de mortalidad y propagación de la enfermedad.
La resistencia a los antibióticos es otro factor que agrava la situación. El Mycobacterium tuberculosis ha desarrollado resistencia a algunos de los medicamentos más comunes utilizados para tratar la tuberculosis, como la rifampicina. Esta resistencia ha dado lugar a formas de tuberculosis más difíciles de tratar, como la tuberculosis multirresistente (MDR-TB) y la tuberculosis extremadamente resistente (XDR-TB), que requieren regímenes de tratamiento más largos, costosos y complejos.
La tuberculosis sigue siendo una enfermedad que afecta principalmente a las poblaciones más vulnerables, como aquellos que viven en la pobreza, personas con sistemas inmunitarios debilitados (como las personas que viven con VIH) y comunidades marginadas. Las disparidades en el acceso a la atención médica, la falta de diagnóstico temprano y la pobreza son factores que perpetúan la propagación de la enfermedad.
A pesar de los avances en la investigación y el tratamiento, la tuberculosis sigue siendo una enfermedad que muchas veces pasa desapercibida. La falta de conciencia en la población y entre los proveedores de atención médica puede retrasar el diagnóstico y empeorar los resultados para los pacientes.
La tuberculosis no afecta a todas las regiones por igual. La OMS ha identificado que países de África, Asia y América Latina son los más afectados por la tuberculosis. En particular, India, China, Indonesia, Filipinas y Pakistán representan una parte significativa de la carga global de la enfermedad.
India es el país con la mayor carga de tuberculosis en el mundo, con millones de casos registrados cada año. A pesar de los esfuerzos del gobierno para reducir la incidencia, las altas tasas de pobreza, el hacinamiento y los sistemas de salud insuficientemente financiados han hecho que la TB siga siendo un problema de salud pública persistente.
En el África Subsahariana, la tuberculosis está estrechamente vinculada al VIH, ya que las personas con VIH tienen un mayor riesgo de desarrollar tuberculosis activa. El tratamiento antirretroviral (TAR) ha reducido las muertes por VIH, pero la tuberculosis sigue siendo una de las principales causas de muerte en personas que viven con el virus.
En América Latina, aunque los números de tuberculosis son más bajos en comparación con África o Asia, países como Brasil y México enfrentan un desafío importante en la lucha contra la enfermedad. La tuberculosis en esta región está estrechamente relacionada con las disparidades socioeconómicas, la falta de acceso a atención médica adecuada y los altos índices de enfermedades crónicas, como la diabetes, que aumentan la vulnerabilidad a la tuberculosis.
La detección precoz y el tratamiento completo son esenciales para controlar la tuberculosis. Esto incluye el uso de pruebas rápidas y accesibles, así como garantizar que los pacientes reciban todo el régimen de antibióticos, evitando el abandono del tratamiento, que puede llevar al desarrollo de formas resistentes de la enfermedad.
La ventilación adecuada, el uso de mascarillas y el aislamiento de los pacientes infectados son medidas fundamentales para prevenir la propagación de la enfermedad. Además, la vacunación con la vacuna BCG (Bacillus Calmette-Guérin) puede proporcionar cierta protección, aunque no es completamente eficaz en adultos.
Mejorar el acceso a servicios de salud de calidad y abordar las desigualdades sociales y económicas es crucial. Esto implica garantizar que las comunidades más vulnerables reciban atención médica adecuada, especialmente en áreas rurales y empobrecidas.
A pesar de los avances, aún no existe una vacuna completamente eficaz contra la tuberculosis. Los investigadores siguen trabajando en nuevas vacunas, tratamientos más cortos y eficaces, y en métodos innovadores para abordar la resistencia a los medicamentos.
El regreso de la tuberculosis como la enfermedad infecciosa más mortal del mundo, según la OMS, es un recordatorio urgente de que aún estamos lejos de erradicar esta enfermedad. Las interrupciones causadas por la pandemia de COVID-19, la resistencia a los medicamentos y las profundas desigualdades en el acceso a la atención médica son desafíos que debemos enfrentar con urgencia. A medida que la comunidad internacional se esfuerza por reducir la carga de la tuberculosis, es esencial que todos los actores involucrados, desde gobiernos hasta organizaciones de salud, trabajen juntos para garantizar que el progreso logrado en el pasado no se pierda. La lucha contra la tuberculosis es una carrera contra el tiempo que necesita la colaboración global para salvar vidas y erradicar una de las enfermedades más antiguas y devastadoras de la humanidad.