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Un oficio de niños ricos

Varios estudios documentan el inmenso talento que se pierde por la desigualdad social y de género

Si piensa que hay carreras profesionales elitistas, como la diplomacia o la judicatura, quizá deba hacerle un hueco a los innovadores. Porque lejos del estereotipo del genio inventor que vive en la ruina, encerrado en un garaje con su talento y el sudor de su frente, varios estudios recientes dan una imagen muy distinta. La profesión de inventor sería escasamente igualitaria, con injustos filtros que impiden el acceso de mujeres, minorías y, esencialmente, personas con pocos recursos familiares. El principal talento requerido para ser un innovador de éxito es tener unos padres con dinero.

Un niño criado en una familia situada en el 1% más rico tiene diez posibilidades más de convertirse en inventor que otro educado por unos padres con ingresos por debajo de la media, al margen de sus notas, según un estudio recién publicado. Los niños que más destacaban en su clase de matemáticas, por ejemplo, son mucho más propensos a convertirse en inventores, pero solo si provienen de familias de altos ingresos. Es poco probable que los niños con grandes resultados en matemáticas de familias de bajos ingresos o minorías lo consigan. «Convertirse en inventor depende de dos cosas en Estados Unidos: sobresalir en matemáticas y ciencias y tener una familia rica», concluyen los autores de este trabajo. Así, un niño de una familia pobre que destaque en matemáticas tiene las mismas posibilidades de triunfar como innovador que un niño rico con notas mediocres en la materia.

Este estudio analiza con una cantidad excepcional de datos el perfil sociodemográfico de 1,2 millones de inventores en EE UU, haciendo un recorrido desde los ingresos de la familia, sus resultados en la escuela y las patentes registradas. Todo empieza mucho antes de llegar a la universidad: «Los estudiantes de familias con bajos ingresos y altos ingresos en las universidades con mayor cantidad de inventores (por ejemplo, el MIT) continúan patentando a tasas relativamente similares, apoyando la opinión de que los factores que afectan a los niños antes de ingresar al mercado laboral son un determinante clave de quien se convierte en un inventor», aseguran en su estudio los investigadores, con Raj Chetty, de la Universidad de Stanford, como líder.

Y podría pensarse que la desigualdad de EE UU es poco representativa más allá de sus fronteras, pero otro estudio recién publicado, sobre inventores en Finlandia, ofrece unos resultados similares. En Finlandia, un país con una educación igualitaria y gratuita, con discriminación a priori escasa en el mercado laboral, los investigadores encontraron una mala gestión del talento «que afecta particularmente a los individuos de alto coeficiente de inteligencia».

Allí se centraron en este factor, el de la capacidad intelectual, en lugar de las notas escolares, pero encontraron un patrón idéntico al de EE UU: las posibilidades de convertirse en inventor en la edad adulta aumentan a medida que crecen los ingresos de la familia, disparándose al llegar al pico de las familias más pudientes. Las capacidades de niñas y niños eran un factor secundario también en Finlandia, uno de los países más igualitarios. La educación de los padres afectaba decisivamente en las posibilidades de sus hijos, un factor que en muchos países correlaciona directamente con sus ingresos. «La relación entre el ingreso de los padres y la probabilidad de convertirse en un inventor se basa en la educación de los padres, tanto directamente como a través de su impacto en la educación del niño», explican los autores, liderados por Philippe Aghion, del College de France.

¿Cómo funciona este mecanismo? «Puede influir de muchas formas intangibles: si no tienen la educación adecuada, puede que los padres no sepan que hay oportunidades que sus hijos se están perdiendo; o porque en su entorno no tienen referentes; o porque no acceden a la red de amigos y contactos de la familia», explica Neus Palomeras, economista de la Universidad Carlos III. Palomeras participó hace una década en el primer estudio que trataba de establecer un perfil de los inventores europeos. Por ejemplo, solo un 26% contaba con un doctorado y un 77% con un grado universitario.

Aunque quizá lo que más destacaba en ese trabajo, como en los actuales, es el espacio prácticamente residual que se deja a las mujeres: en su muestra de 9.000 europeos con patentes importantes solo aparecía un 2,8% de inventoras. En un estudio de 2016 que ponía el foco en este problema solo un 4,2% de los 9.700 inventores de 23 países eran mujeres (8,3% en España, 2,4% en Suecia), que además cobraban un 14% menos que sus colegas con el mismo nivel de productividad de patentes de alta calidad. En EE UU, el grupo de Chetty encuentra un 18% de inventoras en la generación nacida en 1980, frente al 7% de los de 1940.

Un extraordinario problema de desigualdad de género que, como en otros casos, empieza en la infancia. En el estudio de Chetty sobre EE UU, las niñas estaban tan lejos de acceder a esta carrera innovadora como los niños de familias sin recursos o de minorías étnicas. «Si las niñas estuvieran tan expuestas a inventoras como los niños a inventores, la brecha de género en la innovación se reduciría a la mitad», calculan en su estudio. Una idea que se ha puesto en marcha en numerosas iniciativas de madrinazgo en el ámbito de las carreras científicas y tecnológicas o la campaña del 11 de febrero para promover vocaciones en las niñas.

Por esa razón estos autores hablan de los «Einsteins perdidos», todos esos cerebros que no están pudiendo aportar su talento innovador a la sociedad. «Si las mujeres, las minorías y los niños de familias de bajos ingresos inventasen a la misma tasa que los hombres blancos de familias de altos ingresos, la tasa de innovación en EE UU se cuadruplicaría», calcula el grupo de Chetty. «Sería gente que podría desplazar en sus puestos a otros menos productivos o que podría llevar al mercado una idea de calidad que ayudara a incrementar la innovación», explica Palomeras.

La desigualdad de género, al menos en EE UU, se ha corregido mínimamente. Pero la desigualdad de clase no siempre fue así. Entre 1880 y 1940, los ingresos del padre correlacionaban positivamente con convertirse en un inventor, pero al contrario que ahora era más decisiva la educación del niño, según señala un estudio publicado este año sobre la edad de oro de los inventores estadounidenses. Como señala Chetty en el New York Times, «La creatividad está ampliamente distribuida. Las oportunidades no».

Foto: yael-gonzalez-lBjKlffZbEM-unsplash

Artículo de Javier Salas para EL PAÍS 

https://elpais.com/elpais/2017/12/26/ciencia/1514291186_766622.html
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